El 25 de abril de 1999, Falun Gong fue noticia en todo el mundo cuando más de 10 mil practicantes se reunieron en Beijing para apelar al Gobierno Central Chino para solicitar que detuvieran la persecución en contra de ellos. Pidieron que libertad para poder profesar su fe en paz, como lo garantiza la constitución china, y terminar con los abusos y calumnias en contra de la disciplina. No obstante la respuesta de las autoridades fue todo menos pacífica.
Falun Dafa, también conocida como Falun Gong, es un antiguo sistema chino de cultivación de cuerpo y mente que consiste en el estudio de los principios universales Zhen-Shan-Ren (Verdad-Benevolencia-Tolerancia), un juego de ejercicios suaves y meditación.
It is an idea with staying power. A belief as old as Chinese civilization itself, having resonated with a stunning range of dynasties, provinces, and personalities. To generations has it spoken. In the very substrate of China’s culture is it firmly embedded.
“My doctor can’t believe how much it has changed my health.” With these words Gail Rachlin, a 50-something New York City Falun Dafa practitioner, enthusiastically begins her description of the positive impact that this new interpretation of the ancient Chinese practice of Qi Gong has had on her well-being.